Hace
tiempo se dijo “Colombia es café o nos es nada”. Pues ahora
“Colombia es cocaína o no es nada”. Hay plena ocupación
campesina. ¡Aleluya! Gracias, presidente Santos
Ya
desde finales del año pasado nos decían los reportes oficiales que
el oro salvaba las cifras de exportaciones. Que las ventas al
exterior crecían fabulosamente, hasta el punto en que ayudaban a
equilibrar la balanza comercial y hacían menos penoso el déficit en
cuenta corriente. Y no entendimos el mensaje.
La
cifra más importante y concluyente viene envuelta ahora en la
maravilla del empleo rural. Para que nos llenemos de orgullo patrio.
El
desempleo subió en las grandes ciudades del país, para ubicarse
largamente por encima del 10 %. Pero ese dato se compensa con el
empleo en las pequeñas ciudades y sobre todo en el campo, para que
quedemos en un alentador 9.7 %
Pero
viene lo mejor. Porque el desempleo rural desapareció. Hay plena
ocupación campesina en el país. ¡Aleluya! El ministro de
Agricultura salta a la televisión a reclamar el éxito de la
política agrícola. El Dane lo confirma. El PIB rural es prodigioso.
Y uno no sabe si lo dicen por ignorantes o estúpidos. Le
están haciendo la corte a la cocaína, la marihuana, la heroína y
la extracción ilegal de oro. Y no se dan cuenta. O se dan cuenta y
nos creen una partida de tontos.
Las
cifras de desempleo no disciernen en qué está empleado el empleado.
Basta que diga haber recibido alguna remuneración en las últimas
semanas y ya queda inscrito como persona empleada. ¡Deo Gratias!
Más
de doscientas mil hectáreas sembradas de coca, más de mil toneladas
métricas producidas y en gran número exportables, distribución de
cocaína y “bazuco” en todas las ciudades (no hay pueblo de
Colombia sin “olla” de estupefacientes) más la marihuana, más
la heroína, más el oro ilegal, responden por esta cifra fantástica.
El
4.5 % de desempleo en el campo equivale a pleno empleo, por una
dinámica social bien conocida. De modo que estamos empobrecidos pero
con pleno empleo campesino. Paradoja que escapa al escrutinio de una
crítica lamentable y de una prensa idiotizada o comprada.
Cuando
apenas empezaba la producción de coca en el país, el Presidente
cocalero Ernesto Samper calculaba en 300 000 el número de personas
que vivían dedicadas a la coca. Ahora no bajarán del millón. Pero
queda toda la economía informal y sucia que se produce alrededor y
ya está el perfil de este milagro económico.
Cada
hectárea de coca necesita quién la siembre y quién la raspe, que
es como se llama la faena de recoger la cosecha de la hoja. Y quién
la transporte al laboratorio vecino y quién prepare la pasta. Y
quién la lleve al segundo, para producir el clorhidrato de cocaína.
Y quién la comercialice y quién cuide la plata, la pasta y las
mezclas. Y quién la almacene, transporte, y después quién la
venda. Y quién soborne o mate al policía indiscreto. Y quién
amenace y mate al que se pase de vivo en la comercialización. Y
quién rompa el oleoducto para sacar el petróleo y quién lo refine
para procesar el alucinógeno. Y quién compre y transporte el
cemento, sin el que no hay producto final. Y quién importe y
distribuya los precursores químicos que se usan en la producción de
la pasta, primero y del clorhidrato después. Y quién componga el
grupo armado que lleve la cocaína al puerto y quién la embarque, y
quién maneje los sumergibles y las lanchas rápidas que lleguen a
México, pasando o sin pasar por Centroamérica. Y quién venda en
los Estados Unidos o en Colombia la coca pura o ya mezclada. Y quién
administre el dinero y quién lo convierta en contrabando y entonces,
vuelva la cadena de empleos que el delito nuevo requiere. Ya todo lo
había descrito Adam Smith en la Riqueza de las Naciones,
hombre.
Súmese
la constelación de los empleos indirectos que tan fecunda actividad
genera. Las prostitutas, los comerciantes, los carpinteros, latoneros
y mecánicos, mensajeros y extorsionistas que llegan a los pueblos
nacientes, o mejor dicho, a estas desordenadas colmenas humanas que
se forman para servir a los nuevos potentados y al dinero, cumplido y
antiquísimo aliado de Satanás.
Y
no hemos dicho nada de la marihuana y la heroína. Y nos queda el
capítulo del oro y el coltán, que parecen ser todavía más
extensos y valiosos. Así se comprenden las cifras del Dane. Pleno
empleo en el campo y pobreza extrema en el resto del país. Lo que
falta es mano de obra para recoger el café y procesar la caña y
producir comida. Pero hay con qué importarla. Por las buenas o por
el camino del contrabando.
Hace
tiempo dijo alguien que “Colombia es café o nos es nada”. Pues
ahora “Colombia es cocaína o no es nada”. Gracias,
Presidente Santos. Estos son los frutos de la paz. Que el Santo Padre
no pierda la ocasión de bendecirlos
Fernando
Londoño Hoyos @horadelaverdad
Twittear Enviar este artículo a tus seguidores
Otro artículo relacionado que le gustará leer, haciendo click en la imagen