El
pellejo que les queda
Japón,
potencia mundial, hace una alianza estratégica militar con los
Estados Unidos para proteger a su pueblo de Corea del Norte y de
China. Francia, Italia, Alemania, España, Inglaterra hacen lo mismo
pero para defenderse de Rusia. Corea del Sur, Egipto o Israel también
tienen su pacto con los gringos; tienen pellejo todavía por haberlo
realizado. Colombia, pueblo hermano, logró derrotar al terrorismo
porque entendió que no se puede luchar sola contra las guerrillas
del narcotráfico.
Esta
entrega podría convertirse en una larga lista de alianzas
estratégicas militares pasadas o presentes del mundo civilizado,
pero no lo será.
Hablaré
de Venezuela.
King
of the jungle (Rey de la selva)
Las
alianzas políticas y militares no son nuevas, son tan antiguas como
la civilización. En Occidente no nos comemos unos a otros ni andamos
todavía en taparrabos, pintarrajeados de pies a cabeza, con un
penacho de plumas de guacamaya coronándonos la frente ni con un
colmillo de jaguar incrustado en el labio inferior de nuestra boca
porque tales alianzas han existido.
Venezuela
–a raíz de la abrupta peste chavista– está más cercana que
nunca a la barbarie. Todos los males de la civilización:
narcotráfico; terrorismo; tráfico de armas, oro y de gente;
corrupción; hambre y enfermedad; comunismo y tiranía, se han
reunido en un solo momento histórico. El pueblo agoniza, está a
punto de comerse entre sí.
Pero
cuando se habla de alianza militar estratégica para liberarnos del
mal que nos arruina: el chavismo, la ignorancia se indispone y grita,
habla de soberanía y otras babosadas. Escupe frente al espejo.
Cosa
curiosa.
¡Perdónalos,
Señor, que no saben lo que hacen!
Chávez
no llegó al poder por un golpe de suerte en su destino. No, Chávez
llegó al poder por la inmoralidad de la élites, por la opacidad de
los intelectuales y por la corrupción de la clase política.
Esa
inmoralidad, esa opacidad y esa corrupción todavía permanecen
latentes, hacen vida política en un sector de la oposición. Por
ellos el chavismo no sólo permanece sino que afianza su dictadura.
No tienen ni los principios, ni la lucidez ni la integridad como para
hacerle frente a la peste, son parte de ella. Se entienden muy bien.
El
drama es agotador, piensan que saben, se inventan uno tras otro
–siempre son los mismos– una participación electoral para
persistir mientras Venezuela –su pueblo– se hunde en el abismo,
son como los músicos del Titanic: cantan, bailan, se contonean, en
el naufragio. No requieren ayuda de nadie, mientras haya pista para
bailar no importa lo que pase.
Llevan
un penacho de plumas, son candidatos.
Los
sempiternos
Ojalá
el país fuese un poquito, sólo un poquito, más serio. De serlo, en
principio, un militar golpista y asesino como Chávez jamás hubiese
llegado al poder, pero tampoco hubiese permanecido en él. Ni hablar
de Nicolás Maduro o de Diosdi.
Cuando
escuchamos a los sempiternos candidatos indignarse porque voces
sensatas que hacen vida pública en Venezuela solicitan ayuda militar
para salir de la lepra narcotraficante que nos tiene secuestrados y
enfermos como sociedad, no sabemos si sacudirles la cabeza con un
lepe por gafos o pedirles que lean una página de historia. Sólo
una, más de una los podría hacer enloquecer; sería demasiado
pedir, tienen que leer y escribir en twitter.
140
caracteres enmarcan su entendimiento y su cultura.
Promesas
electorales y rebelión
No
me meteré más con quienes han decidido coronar su cabeza con un
exótico penacho de plumas, pintarrajearse o adornarse la boca con un
colmillo de jaguar en la boca para buscar votos por las desoladoras
calles de Venezuela. No hace falta, ellos hablan por sí mismos, son
protagonistas de una de las hazañas más quijotescas y delirantes
que uno jamás haya presenciado jamás, sus promesas electorales son
joyas mágicas de nuestra incomprensible realidad: la inversión
extranjera volverá, edificaremos autopistas, hospitales y
universidades; lograremos el milagro de acabar con la inseguridad, y
un largó etcétera de intensos veinte años de soledad (no
necesitamos cien, aquí fueron menos que en Macondo).
Lo
único que acierto a escribir es que después de la desconcertante
realidad de nuestro circo electoral –se den o no se den las
elecciones, salgamos “victoriosos” o derrotados– si en realidad
queremos salir de este desolador caos, de esta peste asesina,
tendremos que completar –sin complejos y de una vez por todas– la
rebelión popular total, y para ello, para darle muerte política a
la dictadura y a sus socios mundiales del narcotráfico y el crimen,
urgiremos de ayuda estratégica militar de los Estados Unidos, de
Europa y de América Latina. De todos.
Si
Japón, Francia o Inglaterra la han necesitado y aceptado, ¿por qué
carajos Venezuela no la habría de necesitar?
Seamos
serios al menos una vez. Una sola.
Y
seamos al fin un país…
Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr
Twittear Enviar este artículo a tus seguidores
Otro artículo relacionado que le gustará leer, haciendo click en la imagen