Elecciones
Futuras y sus fantasmas
“Ahora,
en pleno proceso electoral, parece que las lecciones aprendidas han
sido muy pocas”.
Hola
que tal mi gente, en la primera mitad del siglo XIX, Dickens escribió
una de sus obras más conocidas, Canción de Navidad. En ella, el
protagonista recibe la visita de su antiguo socio, Jacob Marley,
quien lo advierte de que, si no cambia sus costumbres, terminará
como él mismo. Tras el aviso, tres fantasmas lo visitan: el de las
navidades pasadas, el de las presentes y el de las futuras. Mr.
Scrooge aprende, cambia, y tiene un buen final.
La Canción
de Navidad es, a final de cuentas, una fábula en la que el
protagonista aprende de sus errores y consigue ser feliz. El libro
tuvo un gran impacto en la época y, a decir de los críticos de la
época, transformó la vida de la sociedad inglesa. Pero parece que
en Venezuela no hemos comprendido el mensaje que, en realidad,
tampoco dice nada nuevo: los errores que cometemos en el pasado, si
no nos damos cuenta y los corregimos, pueden tener consecuencias
funestas.
En
los procesos electorales resientes hemos tenido momentos de gran
tensión, en los que la ceguera y ambición de los contendientes
tuvieron al país entero en vilo. Es importantísimo entender que el
encono creado no tuvo ninguna consecuencia positiva para el país,
sino al contrario: nos vimos envueltos, como sociedad entera, en la
lucha descarnada de dos grupos que lo único que buscaban era su
propio beneficio, la obtención del poder a toda costa. Y sobre estas
bases actuaron: si el objetivo hubiera sido la transformación
positiva de nuestro país, las decisiones tomadas por ambos bandos
habrían sido muy distintas.
Ahora,
en pleno proceso electoral, parece que las lecciones aprendidas han
sido muy pocas.
Las
declaraciones son cada vez más incendiarias, la persecución a los
candidatos es cada vez más intensa. A todos. El ánimo en redes
sociales, si es que puede considerarse como un termómetro válido de
la temperatura del resto del país, está caldeándose por instantes.
Algunos medios comienzan a tomar sus propias banderas, y los
titulares son cada día más agresivos. Los videos, las marchas, las
declaraciones en los medios. Parece que todo tuviera que definirse el
15 de octubre, y que después ya nada va a importar.
Para
algunos los comicios del 15 de octubre revisten una gran
importancia, para otros no.
En
realidad, se convertirán automáticamente en la oposición, con las
responsabilidades que esto implica: no se trata simplemente de
bloquear las iniciativas de quien resulte ganador, sino de seguir
representando a quienes votaron por ellos y velar por sus intereses a
través de la negociación de políticas públicas con los demás
partidos. ¿Quién ha tenido esta grandeza de miras a la Venezuela
moderna? ¿De quién podemos esperar una oposición real, si la
política venezolana es una colección de puñaladas por la espalda
en la lucha por el poder? Ciertamente el pasado reciente no nos
permite ser muy optimistas al respecto.
El
fantasma de las elecciones futuras, para seguir con el ejemplo citado
al principio, es el que nadie se atreve a ver. Los riesgos son
enormes, de seguir como hasta el momento sin aprender de nuestros
errores pasados: la intolerancia y la violencia verbal, cuando llegan
a formar parte de la cotidianeidad, pueden ser la antesala de otros
tipos de violencia. La inmovilidad legislativa por una oposición
irresponsable podría llegar a términos insospechados, una
constituyente fraudulenta regirá las elecciones de gobernadores,
allí radica todo para el futuro, aún no se sabe el derrotero que
tomará la crisis que vivimos y que podría arrastrarnos con ella El
fantasma es silencioso, pero no podemos decir que no hemos visto
hacia dónde señala.
El
mundo no se acaba el 15 de octubre, y muy probablemente tampoco con
los terremotos y huracanes que estamos viendo. Necesitamos darnos
cuenta de que lo que está en juego rebasa las ambiciones de los
grupos que hoy se disputan el poder, y estar muy conscientes de que
la calidad de la oposición será determinante no sólo para acotar
el poder del régimen El nombre del juego es gobernabilidad
democrática: este cuento todavía puede tener un final feliz.
José Luis Monroy @joseluismonroy
“Las imágenes que salen en la portada, no son de responsabilidad del autor del escrito”
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